Alejandro Michelena
El grande y lujoso automóvil de la tía las condujo esa tarde soleada hasta Callao y Corrientes. Eran las vacaciones de invierno y la salida, tan esperada, el merecido premio por medio año de aplicada dedicación al estudio. Ambas primas se entusiasmaban por no tener que cumplir ese lunes la rígida rutina del colegio de monjas, donde transcurrían normalmente sus jornadas desde la mañana al atardecer.
Fueron
a ver Ambiciones que matan, con
Montgomery Clift y Elizabeth Taylor. Las dos competían alegre y cordialmente en
el fervor por ese actor de rostro grave, soñador y melancólico, y habían
cubierto las paredes del dormitorio compartido con fotos cromadas de Clift en
diferentes poses y actitudes pero siempre con la mirada triste que lo
caracterizaba.